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sábado, 25 de febrero de 2012

El origen de la crisis griega


El origen de la crisis griega

Organismos reguladores que miran para otro lado, y un banco muy poderoso con una griega en nómina estarían en el secreto

AddyLoudiadis
Addy Loudiadis
Hace unos días todo el mundo se sorprendió con las provocativas declaraciones del presunto “trader independiente”Alessio Rastani, que disparaba una batería de frases a las que todavía muchas personas cuesta asimilar por su crudeza. Pero quiero reivindicar en este artículo la veracidad de una de ellas:“Los inversores, el gran dinero, los fondos de riesgo, las instituciones no se creen este plan de rescate, saben que el mercado está muerto y no les preocupa en absoluto el euro. No es el momento de confiar en que los Gobiernos van a arreglar las cosas, Ellos no gobiernan el mundo. Goldman Sachsgobierna el mundo; y a Goldman Sachs no le importa este paquete de medidas de rescate y tampoco le importa a los grandes fondos de inversión".

Antigona Loudiadis, apodada Addy, es banquera en Goldman Sachs International en Londres. Esta especialista de los productos financieros complejos es de origen griego, y a mucha honra. Licenciada en Oxford, se describe a sí misma como obsesionada por el trabajo. Fue ella quien ayudó a camuflar la deuda griega según las publicaciones de Marc Roche en su libro “Cómo Goldman Sachs gobierna el mundo”.

Gracias a su inventiva, el país pudo incorporarse a la zona euro en 2002, respetando oficialmente los criterios de Maastricht en materia de endeudamiento. De paso, el montaje financiero del que fue responsable Addy hizo ganar a su jefe una fortuna, provocando nueve años más tarde la crisis más grave de la zona euro.

En 1999, cuando se decide la creación del euro, Grecia no puede sumarse a la moneda única. Sobre el papel, las condiciones son los criterios rigurosamente enunciados en el Tratado de Maastricht: deuda inferior al 60% del PIB y déficit presupuestario por debajo del 3%. Grecia está lejos de todo esto, pero los dirigentes franceses y alemanes se muestran ansiosos por asentar la reputación de la moneda única acogiendo al mayor número posible de países. Su objetivo es disuadir el ataque de los especuladores; por eso presionan a la Comisión Europea para que acepte a Grecia. El comisario europeo responsable de Asuntos Económicos y Monetarios, el francés Yves Thibault de Silguy, uno de los arquitectos del cambio del euro, hace de la cuestión un asunto personal. ¿Acaso todos los países del nuevo club no han llevado a cabo sus pequeños ajustes, infravalorando su déficit, para cumplir con los criterios de Maastricht? En este baile de hipócritas, no importa que haya uno más.

El Gobierno griego pide entonces ayuda a Goldman Sachs para dar con una solución ingeniosa que le permita integrarse en la zona euro. Atenas quiere ante todo disimular la magnitud de su déficit. Para lograrlo, el Gabinete conservador, dirigido por Konstantinos Caramanlis, cuenta sobre todo con el recorte de los gastos militares.

Grecia se convierte de repente en una excelente oportunidad para Goldman Sachs. ¿Cómo negar que un pequeño país con una débil infraestructura bancaria, un rudimentario seguimiento estadístico de las finanzas públicas, con una economía sumergida floreciente, y que hace del cobro de los impuestos y gravámenes algo aleatorio, representa un problema?

El imperio Goldman se interesa por Grecia debido a una razón muy específica: la naturaleza de su deuda. Se trata de obligaciones complejas, ajustadas a criterios muy indefinidos y elásticos que se prestan particularmente bien a la especulación. Estos bonos del Tesoro carecen de liquidez. El calendario de emisión es aleatorio. En definitiva, todo lo contrario, por ejemplo, a la deuda francesa: simple, previsible, líquida y sujeta a un calendario de vencimiento muy preciso.

Además de la premura introducida por la carrera hacia el euro y de las especificidades de la deuda griega, un tercer factor azuza el interés de Addy Loudiadis: la desorganización de Eurostat, el organismo europeo de estadística acreditado para arbitrar en el respeto a los criterios del tratado. Sin embargo, la oficina de estadísticas, atrapada en la tormenta de un escándalo financiero interno, estaba en el momento del asunto griego literalmente paralizada. Al no pronunciarse, sus responsables aceptaban de facto las cuentas que le presentaba el gobierno griego.

Para alcanzar sus objetivos, Goldman echará mano de un recurso por entonces de nombre casi desconocido: el sistema de cobertura de riesgo llamado credit default swap, los CDS, “símbolo de una especulación desmedida”. Los CDS son contratos de seguro sobre una deuda que garantizan al acreedor que se le reembolsará incluso si el deudor se zafa en su obligación. En el caso de las obligaciones griegas este mecanismo permite protegerse de los efectos del cambio transformando en euros la deuda inicialmente en dólares. El tipo de cambio escogido es muy favorable a Goldman Sachs. Por añadidura, la cuantía cubierta por los CDS supera la de ¡la deuda pública griega! Al modificar los vencimientos de reembolso de su deuda,Grecia se compromete a pagar al banco grandes sumas hasta 2019 y ello en condiciones más onerosas que agravan todavía más sus dificultades financieras.

Podríamos seguir explicando datos y estadísticas, pero lo que ha quedado muy claro es que probablemente las palabras de Alessio Rastani muestran con franqueza cómo se mueven los hilos en este planeta.