Los banqueros reconocen un buen sistema cuando lo ven, y decenas de especuladores siguieron el ejemplo de Goldman y se unieron al juego del índice de productos básicos, incluyendo Barclays, Deutsche Bank, Pimco, JP Morgan Chase, AIG, Bear Stearns y Lehman Brothers, por reducirnos sólo a algunos de los vendedores de fondos del índice de productos básicos. Se había configurado el escenario para la inflación de los precios de los alimentos que, con el tiempo, tomaría por sorpresa a algunos de los mayores molinos, procesadores y minoristas en los Estados Unidos y que impactó a todo el mundo.
El dinero habla. Desde el estallido de la burbuja tecnológica en 2000, ha aumentado en 50 veces la inversión en fondos del índice de productos básicos. Para poner el fenómeno en términos reales: en 2003, el mercado de futuros sobre productos básicos tenía un volumen de sólo 13 mil millones de dólares. Pero cuando la crisis financiera mundial puso en fuga a los inversores a principios de 2008, y dado que sus dólares, libras y euros no encontraban destino fiable, los productos básicos –y singularmente, los alimentos– aparecieron subitáneamente como el último y óptimo refugio del dinero en efectivo de los fondos de cobertura, los fondos de pensiones y los fondos soberanos. "Había personas que no tenían idea de qué eran los productos básicos, pero, aun así, los compraban", comentaba un analista del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. En los primeros 55 días de 2008, los especuladores vertieron 55 mil millones dólares en los mercados de productos básicos, y en julio, volcaron 318 mil millones dólares en el mercado. Desde entonces, la inflación de los alimentos se mantiene estable.
Y el dinero fluía, y los banqueros ya habían preparado un nuevo casino de derivados de alimentos. Con los precios del petróleo y el gas (los productos dominantes de los fondos de índices) en cabeza, los nuevos productos de inversión incendiaron los mercados de todos los otros productos básicos indexados, causando un problema bien conocido ya para los versados en la historia de los tulipanes, de las «puntocom» y de los bienes raíces baratos: una burbuja de los alimentos. El trigo duro rojo de primavera, que por lo general se vende entre 4 6 dólares por bushel de 60 libras, batió todos los récords al alcanzar los futuros los 25 dólares. Y así, entre 2005 y 2008, el precio mundial de los alimentos subió un 80 por ciento: y sigue subiendo. "Nunca habíamos visto tanto capital de inversión en los mercados de productos básicos", declaró Kendell Keith, presidente de la Asociación Nacional de Granos y Piensos. "No hay duda de que ha habido especulación". En una nota informativa publicada recientemente, Olivier De Schutter, Relator Especial de Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación, concluía que en 2008 "una parte significativa de la subida de los precios [de los alimentos] se debió a la aparición de una burbuja especulativa".
Lo que estaba pasando en los mercados de granos no era el resultado de la "especulación" en el sentido tradicional de comprar barato y vender caro. Hoy en día, junto con el índice acumulado, el GSCI de Standard & Poor's ofrece 219 diferentestickers de índices, y los inversores pueden encender sus sistemas Bloomberg y apostar en lo que quieran, desde paladio hasta aceite de soja, biocombustibles o ganado. Pero el auge de nuevas oportunidades especulativas en los granos, el aceite comestible y los mercados de ganado ha creado un círculo vicioso. Cuanto más aumenta el precio de los productos alimenticios, más dinero ganan los banqueros y más aumentan los precios. De hecho, entre 2003 y 2008, ¡el volumen de la especulación de fondos de índices aumentó un 1.900%! "Lo que estamos viviendo es una crisis de demanda dimanante de una nueva categoría de participante en los mercados a futuro", declaró Michael Masters, Gerente de Masters Capital Management, ante el Congreso de los Estados Unidos en plena crisis alimentaria de 2008.
El resultado de la entrada de Wall Street en los mercados de granos, piensos y ganadería ha tenido en tremendo impacto en la producción alimentaria mundial y en los sistemas de distribución. Ahora, la oferta de alimentos del mundo no sólo tiene que enfrentarse a las limitaciones de suministro y a los aumentos de la demanda de grano, sino también a este espurio mecanismo de alza artificial de los precios de los granos creado por la banca de inversión. Resultado: el trigo imaginario domina el precio del trigo real, ya que ahora hay cuatro especuladores por cada tercero de buena fe (tradicionalmente, eran sólo una quinta parte del mercado).
Hoy en día, los banqueros y los agentes de bolsa están en la cima de la cadena alimenticia: son los carnívoros del sistema, los predadores del resto del mundo y todo cuanto hay en él. En la base, el sufrido agricultor; para él, el aumento del precio del grano debería haber sido un golpe de suerte, pero la especulación también ha creado picos en los precios de todo lo que necesitan los agricultores para producir su grano, desde las semillas hasta los fertilizantes, pasando por el diesel. Inmediatamente por encima de ellos, los consumidores. El estadounidense promedio, que gasta aproximadamente 8 a 12 por ciento de su salario semanal en alimentos, no sintió inmediatamente la crisis. Pero para los casi 2 mil millones de personas en todo el mundo que gastan más de 50 por ciento de sus ingresos en alimentos, los efectos han sido devastadores: 250 millones de personas pasaron a engrosar las filas de los hambrientos en 2008, con lo que la inseguridad alimentaria rebasó llegó a golpear a mil millones de personas: una cifra sin ejemplo histórico.
¿Cuál es la solución? La última vez que visité el Minneapolis Grain Exchange, le pregunté a un puñado de corredores de trigo lo que sucedería si el gobierno de los EE.UU. prohibiera a los bancos de inversión las transacciones exclusivamente de compra de los productos alimenticios. Su reacción: la risa. Una llamada telefónica a un tercero de buena fe como Cargill y Archer Daniels Midland y un intercambio secreto de activos, y la participación de un banco en el mercado de futuros, resulta indistinguible de la de un comprador internacional del trigo. Les pregunté: ¿qué pasaría si el gobierno prohíbe todos los productos derivados sólo en largo? Una vez más, la risa. Problema resuelto con otra llamada telefónica, esta vez a una oficina comercial en Londres o Hong Kong: los nuevos mercados de derivados de alimentos han alcanzado proporciones supranacionales, y están más allá del alcance de la ley.
La volatilidad en los mercados de alimentos también ha destrozado lo que podría haber sido una gran oportunidad para la cooperación mundial. A mayor costo del maíz, la soya, el arroz o el trigo, mayor debería ser el empeño puesto por las naciones del mundo en cooperar entre ellas, a fin de asegurarse de que los países importadores de granos no provoquen contagios cada vez más dramáticos de inflación y agitación política. En cambio, los países han respondido con políticas de “yo primero”, desde prohibiciones a las exportaciones al acaparamiento y apropiaciones neo-mercantilista de tierras en África. Y los esfuerzos de los activistas comprometidos y de los organismos internacionales para frenar la especulación del grano no han logrado nada. Lo cierto es que los fondos de índices siguen prosperando, y los banqueros se embolsan las ganancias mientras los pobres del mundo se tambalean al borde de la inanición.
Frederick Kaufman es un especialista norteamericano en temas alimentarios. Su último libro: A Short History of the American Stomach (Breve historia del estógamo norteamericano).