La especulación de una posible salida de Grecia cobra fuerza con el paso de las semanas.
Este jueves los líderes de la Unión Europea finalizaron una jornada de charlas informales y aseguraron que quieren que Grecia permanezca en la eurozona.
Sin embargo, no surgió ningún plan concreto para evitar su salida. Y los mandatarios dijeron que se necesita que el país continúe con una serie de "vitales reformas".
Grecia no ha sido capaz de conformar gobierno y las nuevas elecciones del 17 de junio podrían dar el poder a partidos que rechazan los recortes acordados con otros gobiernos de la eurozona y el Fondo Monetario Internacional.
Si no se implementan esos recortes, el gobierno griego no recibirá más préstamos de rescate y no tendrá dinero para pagar sus deudas. Lo más probable es que los bancos griegos colapsarían y el Banco Central Europeo se vería obligado a despojar al país de su participación en la moneda común.
¿Qué significaría todo esto para los griegos y el resto de Europa?
Default de la deuda griega
Sin posibilidades de pedir prestado a nadie (ni siquiera a otros gobiernos europeos), el gobierno griego se queda sin euros. Debe pagar las prestaciones de la seguridad social y los salarios de los funcionarios públicos en títulos de deuda (si resuelve pagarlos en absoluto), hasta que entre en circulación una nueva dracma. El gobierno suspende el pago de todas sus deudas, que incluyen 240.000 millones de euros en préstamos que ha recibido del FMI y la UE. Los bancos griegos –grandes prestamistas del gobierno– colapsan.
Mientras, el Banco Central de Grecia no puede pagar los 100.000 millones de euros (o más) que ha pedido prestados al Banco Central Europeo para insuflar oxígeno en los bancos comerciales griegos. En realidad, para cuando Grecia abandone la eurozona, el BCG probablemente deberá más al BCE, ya que habrá pedido más préstamos en un último intento de evitar el colapso de los bancos.
Crisis griega
Los bancos griegos enfrentan el colapso. Los ahorros de los griegos quedan congelados. Muchas empresas se declaran en bancarrota. El costo de las importaciones –que en Gracia incluyen buena parte de los alimentos que se consumen y los medicamentos– se duplican, triplican o cuadriplican, a medida que se deprecia la nueva dracma. Con sus bancos colapsados, los griegos no tienen a quién pedir prestado, lo que vuelve imposible –al menos por algún tiempo– la importación de bienes. Una de las principales industrias griegas, el turismo, se ve afectada por los desajustes políticos y sociales.
A largo plazo, la economía griega tendría que beneficiarse de un tipo de cambio tan competitivo. Pero sus problemas de fondo –entre ellos el gasto crónico e hiperinflado del gobierno– podrían no desaparecer.
Corridas bancarias
Los griegos de a pie hacen colas para vaciar sus cuentas, antes de que sus ahorros queden atrapados o sean convertidos a dracmas, perdiendo la mitad o más de su valor. Los ahorristas en otros países que también podrían dejar la eurozona –España, Italia– también sacan su dinero del banco y lo ponen a resguardo en alguna cuenta en Alemania, desatando una verdadera crisis bancaria en el sur de Europa.
La confianza en otros bancos que también han prestado mucho dinero a los países mediterráneos –como los franceses– también podría decaer. La crisis bancaria podría extenderse a todo el mundo como en 2008. El BCE podría tener que desembolsar billones de euros en rescates a la banca. Algunos gobiernos podrían no tener suficiente para respaldar a sus bancos con el capital necesario para absorber las pérdidas y restaurar la confianza, de forma que estos quebrarían.
Quiebra de empresas
Las empresas griegas enfrentan un desastre legal y financiero. Algunos contratos que se rigen por la ley griega serán convertidos a dracmas, mientras otros que se rigen por normativas internacionales permanecen en euros. Muchas disputas podrían acabar frente a los tribunales para determinar si se tenía que hacer o no la conversión.
Las empresas griegas que aún deban grandes montos a prestamistas extranjeros, pero cuyos ingresos sean en las devaluadas dracmas, no podrán hacer frente a sus deudas.
Muchas empresas serán declaradas insolventes –ya que sus deudas serán mucho más altas que el valor sumado de todo los que poseen– y acabarán declarándose en bancarrota. Los prestamistas extranjeros y los socios de las compañías griegas enfrentarán grandes pérdidas.
Crisis de la deuda soberana
La deuda soberana es el dinero que el gobierno pide prestado a sus propios ciudadanos o a inversores privados de otras partes del mundo. Si Grecia deja la eurozona, sienta un precedente de que puede suceder algo así con otros países, y los capitalistas temerán prestar su dinero a otros países en dificultades en el bloque.
Esto podría dejar en situación comprometida a España e Italia, que perderían liquidez y se verían obligados a pedir rescates. Estos dos gigantescos países, juntos, representan el 28% de la economía de la eurozona, y el fondo de rescates de la UE actualmente no cuenta con dineros suficientes para solventar a ambos. Incluso el gobierno de Francia podría verse en problemas si tuviera que rescatar a su gigantesco sector bancario.
Perturbación de los mercados
Los atribulados inversores y prestamistas empiezan a vender sus inversiones más riesgosas y a trasladar su dinero a sitios seguros. Los mercados colapsan. Quienes todavía puedan pedir préstamos lo harán a tasas mucho más altas.
Mientras tanto, las inversiones más seguras como el dólar, el yen, el franco suizo, el oro o incluso la libra podrían subir, al tiempo que los gobiernos de EE.UU., Japón, Alemania e incluso el Reino Unido se verían beneficiados por tasas más baratas. Y no son todas malas noticias –podría suceder que el precio del petróleo bajase de forma precipitada.
Inestabilidad política
Mientras los gobiernos de la eurozona y el BCE enfrentan enormes pérdidas por los préstamos que dieron a Grecia y que jamás cobrarán, la opinión pública en Alemania podría volverse en contra de proporcionar los rescates aún mayores que necesitarían España o Italia. El papel del BCE, que en los últimos meses ha otorgado pequeños rescates en silencio y por lo bajo a estos dos países, sería puesto bajo escrutinio y se convertiría en una bomba política.
Sin embargo, la amenaza de una crisis generalizada podría impulsar a Europa o al menos a los gobiernos de la eurozona a acordar una solución integral –ya sea la disolución de la moneda común, o una mayor integración quizás a través de una presidencia europea democráticamente electa, que estuviera a cargo de la aprobación de una nueva ronda de rescates, garantías gubernamentales e inversiones en infraestructura para estimular el crecimiento.
Recesión
Los bancos europeos, debilitados por la crisis, se verían forzados a recortar sus préstamos. Los negocios, temerosos por el futuro del euro, recortarán sus inversiones. Frente a la cantidad de malas noticias en la prensa, la gente recortará sus propios gastos. Todo sumado, la eurozona se hundiría aún más en una recesión.
El euro perdería valor en los mercados de divisas, dando cierto alivio a la eurozona, ya que volvería sus exportaciones más competitivas en los mercados internacionales. Pero la contrapartida de esta ventaja es que el resto del mundo –EE.UU., el Reino Unido, Japón– se volverá menos competitivo, lo que socavará sus propias economías, ya debilitadas. Incluso China, cuya economía ya desacelera de forma marcada, podría acabar sumida en recesión.